Como llevo ya unas cuantas cartas tristonas, hablando de ausencias y esas cositas que tenemos que llorar todas conjuntamente y también solas, he decidido traer algo un poco más alegre (aunque algunas de las series que traiga no sean alegres en sí mismas, pero bueno). Estamos viendo en casa Los soprano, y vamos ya por la última temporada. Han sido muchos meses viéndola, siento a Carmela como una amiga y a Tony como un bebé al que observo desde la distancia y sé que, cuando la termine, me va a quedar un hueco enorme esperando a ser llenado. Esto me ha llevado a pensar que son unas cuantas las series que me han provocado esa sensación de vacío al acabarlas, por acompañarme durante tanto o, en el caso de alguna serie corta, por haberme calado tan hondo.
Let’s go:
Vale, lo sé, esta serie es lo más antiguo que hay (madre mía, Toni Cantó), pero me recuerda mucho a mi infancia y a muchas personas que ya no están conmigo. Siempre recordaré el capítulo que vi en casa de mis tíos, porque ellos sí que lo veían cada jueves por la noche (el día me lo he inventado un poco, pero bueno, la idea es la que es). Me reí tanto con ellos, me sentí tan acompañada. Después de ese día, mi hermana y yo la vimos varias veces y, cuando fuimos siendo más mayores, empezamos a verla más de seguido. No me he reído más que cuando Sole repartía collejas, me sé algunos diálogos y chistes como si fuese mi fecha de nacimiento y siempre que estoy con mi hermana recordamos algo, siempre. Todavía me viene a la mente el último capítulo, me dio una pena horrible terminarla, cuando murió Amparo Baró, volví a verme algunos de los capítulos que más me gustaban, porque esta serie era ella, y yo de mayor quiero ser como Soledad Huete, para qué nos vamos a engañar: una señora más roja que las amapolas, rodeada de amigos y sabiendo tanto de historia, es el futuro que espero ansiosamente.
Bueno, Orange is the new black puede decirse que fue la primera serie que seguí durante tantísimo tiempo. Sé que 7 vidas fue una serie larga, pero no la empecé a ver en una plataforma y la seguí, y con esta sí que lo hice. Siempre tendré un recuerdo precioso de todos estos personajes (incluso de Piper Chapman, sí, parece mentira, pero al final se le coge un poco de cariño). Todavía recuerdo con muchísimo amor a Poussey y a Taystee, las quería con todo mi corazón. Es una serie que enseña muchísimo: cómo están las cárceles en los estados unidos, la jerarquía que hay dentro de ellas, lo mal que se trata a las personas racializadas, la impunidad de los policías. Esta serie te hace llorar muchísimo, te hace reír y te hace sentir acompañada, porque los problemas que aparecen aquí son los problemas que tenemos muchas de nosotras. Qué vacío más profundo fue terminarla (a veces fantaseo con volverla a ver).
Bueno, bueno, BUENO. Lo de Fleabag es el ejemplo perfecto de que para que una serie te cale hondo no hace falta que sea larga. Dos temporadas perfectas, sin alargarse porque sí, sin capítulos de relleno, con unos personajes tan bien escritos, con una manera de narrarlo todo tan ideal. Siempre que me preguntan mi serie favorita pienso instintivamente en esta, luego en las siguientes que aparecen en esta lista, pero es que Fleabag para mí lo fue todo mientras la veía, fueron risas y llantos, fue buscar mi zorro, fue encontrar algunas cosas y redescubrir otras. Me dejó muy tocada y, como a la vez pude comentarlo con una amiga mía, la locura por esta serie aumentó considerablemente. Sé que su final es absolutamente perfecto, pero admito que hubiese pagado por un par de temporadas más (suspira).
Esta serie me la recomendó mi queridísima Noe y siempre estaré muuuuy agradecida de que lo hiciera porque, durante meses, fue el mejor momento del día. Me acompañaron a la hora de la comida en varias estaciones del año, y desde que conocí a Lorelai y Rory, no he visto el otoño de la misma manera. Es una serie muy especial para mí porque me hice amiga de estas dos, sobre todo de Lorelai, a la que adoro muchísimo. No sabéis la compañía que me hacían en las comidas solitarias, o cuando me quedaba sola en casa, comían y convivían conmigo, me dejaban entrar en sus vidas y yo les abría la puerta de mi casa. Comíamos juntas pizza y, aunque no podía tomar tanto café como ellas, sí que las sentí parte de mi día a día. Cuando terminé la serie noté muchísimo su ausencia, parece una gilipollez, pero al final consiguieron hacerme sentir parte, y acabar con la serie fue terminar con un ritual que sentía solo mío, aunque sé que muchas lo compartimos en nuestras casas.
La primera temporada de esta serie me ha hecho sentir tantas cosas buenas que cómo no hablar de Ted Lasso en esta carta. Sí, lo sé, es una serie sobre fútbol y jugadores de fútbol. Sí, también sé que no se entiende que una persona como yo, que lo aborrece tanto, le apasione tantísimo pero, de verdad, es que apenas va de fútbol. O sea, sí que hablan de ello, pero los personajes que salen aquí son tan tiernos, tan casa, tan hogar. Todo es tan respetuoso, tan de risas y de pasarlo bien, de enfrentar la vida juntos con todo lo que venga, que cuando terminó la serie se me quedó el corazoncillo un poco más gris.
Y por último, pero no menos importante (ni mucho menos), quiero hablaros de Paquita. Ay, Paquita, esta serie para mí fue un antes y un después. Sé que todas las anteriores lo han sido, la verdad, de una manera u otra, significan mucho para mí, pero es que esta serie es mi lugar seguro. Es la que más he visto de todas las que he traído, los capítulos Hasta Navarrete II y La voz de la secta (en ese orden), los he visto varias veces cuando quería despejar la mente y ver algo que fuese amable. Sobre todo el primero, lo he visto, igual y sin exagerar, cinco o seis veces. La manera en que termina cada capítulo de esta serie, la forma que tienen los directores (que tampoco es que sean santo de mi devoción todohededecirlo) de mostrar las historias, de finalizarlas, de contarlas, es que me muero de amor y de pena, como la vida misma, ¿qué es la vida si no un amasijo de cosas tristes y bellas, de momentos únicos y olvidables? Esta serie es así, hay pocos capítulos que no me hayan hecho llorar o reír a carcajada limpia, nada sobra, todo se entremezcla de una manera perfecta y termina, a mi modo de ver, genial. Sin duda Paquita Salas es la primera serie que volvería a ver si perdiese la memoria, estoy segurísima.
Bueno, me ENCANTAN las 5/6 que he visto, así que tendré que ver Ted Lasso