No os voy a mentir, muchas veces me despierto y me siento mi padre abriendo el periódico pero, en lugar de aparecerme columnas de texto y titulares, solo veo cartas de colores que empiezan a darme ansiedad. Me explico: cada día hay más y más expansiones y no te da tiempo a cumplir una, que ya está saliendo la otra con cartas nuevas y pokémon nuevos y colores nuevos. Lo que sí hay que concederles es la capacidad de meter todos los colores en una sola carta. Apenas queda hueco para el gris o el negro, es todo una explosión, una fantasía para la vista. Pero volvamos a mi ansiedad nada más abrir la aplicación: otra actualización, otra expansión, más y más y más cartas y yo todavía voy por la antepenúltima. Todavía me queda para cumplir con lo prometido, y yo no puedo pasar a otra baraja si no he terminado la anterior, no puedo, es superior a mí, siento que estoy dentro de un caos (subrayo que estoy hablando de una simple app de cartas pokémon). Así que, bueno, aquí estoy, abriendo otro sobre…oh, vaya, de nuevo no hay nada, todavía me quedan siete cartas para pasar a la siguiente baraja.
El caso es que no entiendo realmente el por qué tantas novedades en tan poco tiempo. Vale que el tik tok y la inmediatez y que ahora o nunca, pero hay personas que echamos de menos la lentitud. Echamos de menos esa pausa, sobre todo en las cosas que nos gustan y nos hacen despejarnos. A veces echo de menos que mis hobbies no me den ansiedad: no tener que leer rápido para hacer la reseña, no tener que ganar dinero rápido para poder gastármelo en desayunar y hacer la foto ideal, no tener que abrir sobres pokémon para llegar al objetivo. Siento que antes, simple y llanamente, me conformaba con que me tocase un puto tazo en la bolsa de fantasmikos (sé que no se llaman así, inserto foto):
no entiendo a quién se le ocurre ponerle otro nombre, pero bueno. El caso: sé que antes no era todo bonito, que también la ansiedad existía (la tuve desde muy joven, gracias), y que tener los mejores tazos, y los mejores gogos, y leerme el primero de Memorias de Idhún antes que mi otra amiga, o poder quedarse hasta tarde viendo Los Serrano para saber qué pasaba en el final del capítulo para poder hacerte la guay, o verte la película de moda en el cine era algo a tener muy en cuenta. Sí, eso era una presión, una presión nimia comparada con la de ahora que tengo treinta y dos años, no tengo trabajo fijo, no tengo casa y no hay planes de boda (tampoco es que la quiera pero me entendéis). En los noventa era una presión superable, era el cosquilleo de ver a tus amigas y amigos después de todo el verano sin saber absolutamente nada de la gente, eran dos meses enteros en blanco, volviendo casi con otras caras, otros cuerpos, incluso otros gustos. Era como volver a conocerse en el primer recreo, qué vergüenza me daba saludar a la gente que me había acompañado durante todo el curso. Siempre en mi mente era una de: ¿ese es Adri? ¿Ese es Javi? ¿Esa es Patricia? Dios, están iguales pero a la vez lucen tan diferentes.
Bueno, que me voy por las ramas. Todo esto para deciros que ojalá bajar el ritmo, la cabeza, la vida. Ojalá mantener la calma aunque solo sea cuando dicen los de las cartitas pokémon que van a sacar nueva expansión, y que si no he terminado con la anterior, no pasa nada, que igual no tengo toda la vida, pero quiero vivirla como si así fuese.
Muy cierto todo lo que cuentas, vivimos tan deprisa que nos perdemos lo que pasa por delante
¡Tenemos un problema generacional con la inmediatez! Siguiendo la analogía: hemos pasado de disfrutar de ir rellenando el album de cromos a quererlo lleno el primer día (cuando no pasamos directamente de él y simplemente vemos a algún streamer rellenarlo). Estamos dejando un vacío muy grande sin llenar :(