Me he despertado a las siete de la mañana porque otro mosquito ha entrado en nuestra habitación. Después de matarlo y ver que tenía nuestra sangre haciendo burbujas en su pequeño cuerpo, nos hemos vuelto a dormir porque, vamos a ver, ¿quién se despierta a las siete de la mañana un sábado y no puede volver a dormirse? Pues yo, quién va a ser, la que está escribiendo esto antes de las ocho de la mañana. Cuando tengo una semana estresante me cuesta mucho volver a dormir, la mente todavía sigue en ese momento exacto en el que tenía que estar a tope. Sé que es algo que no debería pasar, pero me pasa. Igual que me pasa que la recuerdo y me echo a llorar como se echan a llorar los niños cuando tienen sueño: sin consuelo. Ayer estuve llorando desconsoladamente mientras me hacían una tortilla de patatas y la casa olía a cebolla. Me enseñaron unos correos que habías enviado hace dieciséis años, y de repente me sentí demasiado pequeña.
Lo que más me duele de tu muerte es pensar en ti y sentir que estoy viviendo una vida diferente, que soy otra persona, que la Irene de hace dieciséis años tenía dieciséis años y un entorno completamente distinto: una cara diferente, un cuerpo diferente, unas amigas diferentes. Lo que tiene que ver contigo pertenece a otra persona, a otro momento en el que sé que estuve. Sé que viví ahí, en ese espacio-tiempo, en esas vacaciones, en esas casas, en esas risas, en esas flores. Sé que estuve, sé que estuviste ahí con todas, y me frustra de una manera descomunal no poder volver. Se me llena el estómago de unos sentimientos que no sé gestionar y no puedo dejar de llorar y de enfadarme y de estar triste. Solo me queda el llanto, solo me queda romperme en dos una tarde de junio mientras alguien cocina. El desconsuelo se alimenta de mí y de todos los pensamiento que te dedico. A veces no lloro, lo prometo, a veces te recuerdo y sonrío y me alegra haberte conocido. Me alegra sobremanera que hayas sido parte de mi vida, de mi familia, de momentos tan importantes. Pero, entonces y súbitamente, recuerdo que no pudiste verme con la carrera terminada, con mi primera casa alquilada (tan cerquita de la tuya), y la alegría por haberte conocido se oscurece y solo pienso en la rabia que tengo dentro por el hecho de que no sigas aquí, de que los médicos no hicieran bien su trabajo, de que la vida no sea más justa, más amable, más suave.
Me duele pensarte y sentir que era otra vida, porque yo solo estoy viviendo una, y no quiero tener varias, solo la que tuve contigo. Y esto me lleva a mi yo de dieciséis años, a mi yo tan pequeño, tan bebé. Pienso en la niña que era y en lo que soy ahora, en lo que creía y lo que creo, y caigo en la cuenta de que no solo se me arremolina todo dentro por tu ausencia, es por la ausencia de mi vida, por el paso de mi tiempo cuando pienso en el tuyo. Me doy pena a mí misma, porque es mi propia vida la que se me escapa, la que veo que pasa volando delante de mis narices. No quiero sonar egoísta, aunque todas lo seamos en algún momento de nuestra vida, no quiero sonar despiadada, porque el dolor por esa ausencia está ahí, sigue dentro, a veces hasta late y todo y me sacude desde los pies. Pero ese recuerdo también hace que vuelva a los míos, su vida hace que vaya hacia atrás en el tiempo de la mía. Siento que todo a mi alrededor empieza a terminar, que nada puede pararlo. Entonces tengo una angustia real porque no estás y porque pienso que no estaré, porque las cosas que creía que durarían siempre no lo hacen, porque la nostalgia se me clava en el pelo y no sale y no se va.
Tiempo es lo que me gustaría haber tenido con ella, tiempo es lo que querría que ellos hubiesen tenido con su abuela, tiempo es lo que pido y lo que me quitan y lo que se marcha para no volver. Por eso lloro desconsolada, porque no me queda tiempo, porque ella ya no tiene tiempo, porque pasa el tiempo y no hay nadie que lo pare y que me diga que esto no va a terminarse nunca. Que no hay nadie que me prometa que vas a volver.
Un nudo en la garganta. Qué bonito y qué falta me hacía leer algo así 🫂❤️🩹